Tornasol

Alguien me llamo valiente.

Alguien más me dijo que era como el color tornasol.

¿Por qué?- pregunté- “eres valiente porque no tienes miedo de arriesgarte por lo que quieres”.

Con respecto a ser tornasol, fui comparada con un #arcoíris. Pero los arcoíris son constantes, siempre se componen de los mismos colores.

Pero yo no era constante, era cambiante.

Me mirabas y podías no encontrar una forma definida, pero si un millón de colores que cambiaban mientras me movía de un lado a otro, en una dirección y luego en otra.

Alguien me llamo #valiente por no tener miedo a arriesgarme por lo que quería. Pero lo cierto es que sí, siempre tengo miedo y aún así me arriesgo, la valentía no es entonces un sinónimo de no tener miedo.

Tal vez tenía razón, soy valiente. O bien, quizá sólo soy joven e ilusa. La valentía puede definirse de muchas formas.

A veces la percepción de los demás sobre nosotros es mucho mejor que la que tenemos nosotros mismos.

Yo no me hubiera declarado valiente, yo no me hubiera definido como tornasol.

Pero me gusta ser #tornasol.

No quiero ser un arcoíris, pero no quiero ser un solo color y mucho menos quiero ser gris.

Quiero ser muchas cosas, quiero cambiar de color, quiero que me mires y todos los días descubras algo nuevo, porque todos los días cambio y aprendí, no soy la misma de ayer y no seré la misma de mañana, porque soy cuestión de perspectivas, porque soy lo que decidas ver, soy tornasol.

Soy el color del que nadie se acuerda pero existe, el color que no encuentras en cualquier lugar pero de vez en cuando lo miras, porque soy extraña cuando decido ser yo, porque aún con miedo voy y regreso menos completa de lo que me fui.

Porque decidí no ser una sola cosa, porque me toca romper paradigmas, porque no quiero ser un cliché.

Por todo esto, decido ser tornasol.